ARTÍCULOS

Un experimento....
Una niña de 8 años mira por la ventanilla del coche.
Su mirada esta posada en el movimiento de las cosas.
 Inclinada hacia delante y con una especial atención, deja, confiada, que el paisaje se mueva a la velocidad que marca el acelerador y el freno del coche que conduce su padre, al ritmo de Demi Russo, como casi siempre.
Su existencia está contenida en esa realidad incuestionable, porque simplemente es la que es.
Pero, esa extraña atención, hace que se sumerja en un ámbito poco infantil, diriamos que un poco intemporal. 
Como si se percibiera fuera del tiempo.
 Esa percepcion de estar en contacto con algo que es invariable le hace plantearse una pregunta. 
¿Existirá este espacio cuando sea mayor?
 Mira a su padre y mira a su madre y siente que igual no..., eso que siente, debe desaparecer cuando creces.
Y aparece la necesidad de saberlo, porque de alguna manera sabe que en ese lugar es en donde es más ella. 
Es ahí, en ese espacio, en esa conexión, que no sabe explicar, no sabe compartir, pero que conoce sobradamente y a la perfección.
Así, de esta manera se le ocurre... 
Si ahora, en este momento que tengo 8 años, guardo tres palabras en este espacio....
y.... si cuando crezca, ese espacio todavía existe, entonces...las encontraré, y sabré que ese espacio siempre ha estado ahí.
Pero, si simplemente, recuerdo mi propósito o lo olvido...entonces las cosas son como parecen ser, es decir que a veces somos niños, despues adolescentes, adultos, viejos....cambiamos y luego...morimos.
Porque claro los niños y los adultos realmemte no tienen nada que ver.
Ahora, en este momento, a mis 47 años abro el cofre de este espacio, y tres palabras surgen, casi sin polvo, como si el tiempo no hubiera pasado. El registro es absoluto, no parece relativo como los recuerdos...no. Es distinto.


Dolor en espera

Como aprendemos a vivir nuestra historia pendiente de ser sentida plenamemte! 

Porque a veces no podemos confiar en que llegue lo màs necesario y ansiado: que alguien realmente escuche, que alguien realmente mire.

 Y nos encontramos en una conformada soledad, de la que ni tan siquiera podemos ser testigos. 

Y de esta manera, escribimos algo en nuestro existir, que realmemte no tiene que ver con nosotros, dándonos cuenta, sin darnos cuenta.... y el tiempo pasa hasta que finalmente, acabamos olvidando....

Y olvidamos quienes somos, como se nos rompió el corazón, como dejamos de sentir sosteniendo ese dolor con nuestro cuerpo....pero eso queda escrito en los rincones de nuestra oscuridad, cerrada o inconsciente, aunque nos parezca que no está,...ESTÁ!

Pero cuando una palabra, o una mirada, simplemente nos refleja nuestro verdadero rostro, entonces nuestra alma surge, cansada ya de tanto esperar.



Apostar por el presente

(El arte de centralizar)

  A veces cuando miro, es como si tuviera unos dedos larguísimos con los que pudiera tocar la realidad. 

Entonces, mi estómago se llena de vibración y de cosquillas. Cada estímulo visual imprime una sensación.

Y estoy tan ocupada, ensimismada en este hacer que no tengo tiempo para ideas y discursos internos. 

Los ojos se abren redondos, refrescándose con el aire, humedeciéndose con las pequeñas dosis de lágrimas que ofrecen los parpadeos, sin miedo de permitirse ese pequeño instante de oscuridad. Estan absortos y confiados en lo que hacen. Contactando y dando sentido a lo que hay, sin abandonar lo que miran. 

Como dos niñas ocupadas en colores, movimientos y descubrimientos. Tejiendo, instante a instante, el entramado de una sencilla existencia. 

Confiando que percibir lo que hay delante, sencillamente tiene que ver con percibir algo importante. Pero sin títulos, sin resúmenes ni conclusiones.
Y es que, todo lo de fuera me cuenta que hay que ocuparse de cosas importantes que no están presentes (proyectos, ideas, ideales, y pensamientos...) 
Y cuesta no sucumbir. 

Si no lo haces y permaneces en este simple, sencillo y humilde instante llamado presente, aparece el miedo al vacío, al estancamiento, a sentirte o a encontrarte.

Parece que la vida se pare, da un poco de miedo, vertigo?

 Mirar no es sencillo es una entrega, una renuncia de ideas y creencias, un camino. Significa parar un discurso interno, y entregarse a la sensación. Es abrirse al cuerpo.
Cuando apostamos por entregarnos a ese único instante llamado presente y lo repetimos en cada una de las respiraciones, entonces se producen profundas transformaciones.

Entregarse a mirar es renunciar a creer, saber, recordar.

Entregarse a mirar es apostar por el presente



Me veía, si....

Me veia delante del sol aguantando la vida con un gesto, y él me invitaba soltarlo. Me enseñaba lo caduco que estaba, lo inútil que era, ya no servia. Pero mi estar estaba impregnado de ese aguantar.

Y en un momento se desmontó.

Con la luz abría una puerta hacia un espacio íntimo, sentía mi individualidad y de manera simultanea, sentia la unión con todos los seres que me rodeaban. Conectaba con un sentimiento de soledad acompañada, de unidad.

Y, sí...la luz llega a calentar la parte más íntima de mi ser y ostras!...¿porque siempre me olvido que este espacio esta ahí? 

En ese momento me doy cuenta que éste nunca desaparece, no peligra, que no hay que hacer nada para que exista, solo reconocerlo, reconocerme. Porque es un espacio que tiene que ver con lo que soy.

Y entonces los ojos se abren al cuerpo y se llenan de luz.

Cuando los ojos estan llenos de sol todo es movimiento. Los pasos empujan el mundo en sentido contrario, las profundidades de la calle peinan la vista, los planos se superponen, y farolas y árboles se cruzan. Todas las cosas de alrededor bailan al compás de nuestro movimiento, como si se impregnaran con nuestro ritmo particular..es fantástico. El aire es más fresco que antes y el silencio más lleno.

En ese momento podemos sentir que recibimos el ver, y nos nutre, nos alimenta...mmmm....està buenísimo! es un placer, es hermoso.


Un trabajo de ojos y cuerpo


Los soleados llenan los ojos de calor y de luz. Trabajar desde esa conciencia permite sentir este llenado.
 En este momento estamos más sensibles a la percepción interna de los ojos. 
Podemos cerrarlos y sentir el peso, el volumen, la temperatura.....estar atent@s al color del campo visual y las sensaciones que ese color nos transmite.
Desde ahí, podemos seguir explorando y preguntarnos: "si fuera un lugar, ¿qué clima haría o qué paisaje podría encontrar?"
Puedo ir corroborando las sensaciones con posibles imágenes: amaneceres, neblinas, vegetación.
De esta manera nos vamos dejando sentir. Puede ser que encuentre la tranquilidad y quietud de un jardín zen o el silencio que es posible sentir en la cima de una montaña o la apertura del mar o la profundidad y soledad del océano, o quizás el misterio de la selva, la calma del desierto, o el frescor de un bosque....
Y, en ese paisaje imaginado, simplemente podemos permanecer, contemplando y dejándonos impregnar de ese ambiente, que define la energía que en ese momento reina en nuestros ojos.

Y entonces, podemos utilizar esa energía para el trabajo de cuerpo.
Podemos trabajar una parte de nuestro cuerpo y imaginar que nuestro ojo por dentro es un sol, que irradia al revés, es decir, hacia dentro. Imaginamos que esos rayos entran y llenan ese espacio que acabamos de aflojar o soltar.
Esta mañana, después de un soleado, me he tumbado en el suelo. He soltado el peso de mi cuerpo y de mis ojos, hacia atrás, dejándolos a merced de la gravedad.
Sentía un clima cálido dentro de mis ojos. La luz entraba a través de los párpados que estaban cómodamente apoyados, y sentía sensaciones de confianza, de peso, de descanso y de seguridad. Y, había un permiso profundo y consciente para esa entrada de luz. No habían gestos, anclajes, tensiones o defensas. Había apertura.
Y con ese ambiente me he dispuesto a trabajar el cuerpo. 
Una pelota debajo de la musculatura de la nalga. 
Creo conexiones con mi respiración.
 Combino la espiración con la intención de situarme en ese justo lugar, en donde la pelota ejerce presión y empiezo a hacer el masaje profundo, que tantas veces en diafreo he hecho.
Mientras estoy masajeando la nalga, tengo presente el ojo de este lado, de manera que haya algún momento que imagine que las presiones y el masaje estuvieran llegando al glóbulo ocular.
Un color naranja me envuelve por dentro, empiezo a sentir de manera clara la conexión entre mi visión y mi cuerpo, entre mi ojo y mi pelvis.
Y siento que mis ojos se dirigen hacia dentro, y ayudan a percibir, lo simple, lo profundo, lo presente.
La sensación del ojo de este lado es como si hubiera una conexión física entre el ojo y la nalga, como si un pasillo las uniera, y claro, ahora sin dudarlo coloco la intención que la luz llegue al espacio creado en la pelvis.
Y ya esta!, llega.
Me levanto y me doy cuenta de la diferencia que existe entre un lado y el otro. El mundo es más amplio en la parte trabajada y mucho más enraizada.
Trabajo el otro lado....y...
cuando ya me levanto....siento....mmmmm
Sí,... siento que mi cuerpo esta abierto a percibir el mundo, sin miedo a perderse.
 Siento mi cuerpo como un aliado. Siento unidad. 


Despertares



Suena el despertador. Lo oigo entre sueños. Lo apago. Y en ese momento me digo, voy a crear conexiones.

Sin abrir los ojos coloco las manos en mi vientre y simplemente escucho y espero. Mis vísceras oyen mi presencia y empiezan a moverse y a vibrar, como si hablaran. Yo escucho atentamente. 

Puede pasar media hora o un segundo, no depende del tiempo.
Cuando las atiendo, me acompañan al mundo de la energía y de lo sutil. Parece que les gusta el calor de mis manos, pero, lo que más les gusta, es mi atención. 

Cuando consigo estar solamente por ellas, entonces, solo entonces y mecidas con mi respiración, se sienten libres y confiadas, y...se sueltan. Una puerta se abre y yo entro. Descubro, que detrás de esa puerta, hay un mundo inmenso, infinito?.

Me paseo por él, lo exploro, lo escucho y le doy espacio. Lo dejo existir. Para mi es nuevo pero de alguna manera, se que me pertenece. Cada sensación nueva abre una nueva puerta, como si me adentrara por un pasillo profundo hacia el centro de mi ser.

Sensaciones nuevas, sensaciones recordadas, olvidadas....todo esta ahí. Me doy cuenta que toda mi vida está escrita ahí. El primer día de escuela, los despertares de mi niñez, los ruidos, las voces conocidas de mi vida, el olor de ropa limpia, los miedos irracionales y bloqueantes, la rabia, los enfados, la tristeza....y el amor y la alegría y la ilusión....todo. Qué grande es ese mundo en ese momento y que pequeño ha sido en tantos momentos.

Caigo en la cuenta que el dicho "se me encogió el estomago" realmente es literal. 

Las vísceras se encogen, nos sujetan. Se mantienen en silencio, como si no estuvieran pero rigen nuestras vidas. Protagonizan nuestras decisiones, nos empujan a huir, a buscar, a encontrar. Estan ahí aunque no las síntamos, y a veces cuando no pueden más, gritan produciendo dolor.

UN FRAGMENTO...

"(...) Esfuerzo, si me esforzaba tanto que me caía de cansancio. El cansancio no era la señal que escuchaba para descansar. La señal era: el trabajo está hecho!. Mi cuerpo no contaba, contaba el alma. Y en el alma habían todos los introyectos en forma de necesidad irracional, que había heredado y que actuaban en mi, de manera silenciosa, y con sentimientos entre la culpa y la satisfacción.

Cuánta energía dedicada a apagar los fuegos del alma!. Qué tristeza es sentir que has podido habitar de forma calida tu vida no lo has hecho. Solo hay una condición, hay que escuchar y confiar.

Restablecer el sentir, con la intención y la atención, escuchar, y confiar en que pasará, no desde el hacer sino desde el permitir, desde el soltar. Y mágicamente nacen cosas maravillosas, como que la necesidad aparece como una posibilidad, no como un incidente, el silencio como refugio, y no como una amenaza, la soledad como encuentro, no como un vacío, la respiración como un camino. Y la vida pasa a ser sencilla, clara, profunda, contundente y rotunda.

Soltar es espacio, no inseguridad, el peso es una guía no una carga, y las sensaciones acompañan guian, se despierta una sabiduría interna que siempre ha estado ahí. Se humedecen los ojos, se expanden las vísceras, la boca se encaja con un tono cálido, donde no hay tensión, y el diafragma se libera. Sus movimientos bombean el aire y energía.
 No aparece el peligro de sentir, porque sabemos que sentir no es peligroso sino ya necesario, irrenunciable, es lo que garantiza la libertad."


La relación con la luz.






Al final del verano me propuse afrontar el otoño incorporando en mi vida los soleados. Veníamos de viaje.


 Sí, un viaje que nos mantubo alejados de la cotidianidad, teniendo experiencias diferentes. Cuando volvimos estábamos renovados, percibíamos nuestras vidas de forma distinta.

Sentía que después de una experiencia como aquella, podía ver aspectos de mi vida que normalmente permanecen dormidos, silenciados, invisibles, camuflados en los hábitos y las costumbres, en las rutinas. Y en este momento, vièndome, apareció el propósito.

Empecé a levantarme por las mañanas y bajaba a la playa antes de desayunar. Me sentaba en la arena, cerraba los ojos, los encaraba al sol y simplemente miraba el color que aparecía. Colores amarillos brillantes, naranjas intensos, rojos granates, y morados, acaparaban todo mi campo visual. Los respiraba, los dejaba existir en su intensidad, disfrutándolos. La luz llenaba mi retina, calentaba mis párpados y permitía que mi conciencia permaneciera en un estado meditativo. Respiración, soleados, palmeos...


Este hecho repetido en las mañanas empezó a producir un efecto en mi vida.

 Empezé a sentir que mi vida se llenaba de luz. Un sentimiento de suave alegría me acompañaba. Sentía que mi mirada irradiaba luz. Las cosas me parecían bonitas, las percibía en su parte más energética. Y, sintiendo el mundo de esta manera, me pareció que una parte de mi podía, reconocer la otra, verla y acompañarla. Empezaba a vivir de manera diferente, a relacionarme conmigo con un sentimiento de profunda dignidad y congruencia, integrando partes de mi que me eran nuevas, casi irreconocibles, aunque de alguna manera siempre había sabido que estaban ahí.

Estaba contactando con partes de mi ser más sutiles, les daba espacio. La experiencia es extraordinaria. La vivencia que lo sutil mobiliza lo más denso. Y de repente, una sensación que la vida se vuelve ligera, me aportaba un sentimiento de libertad.


Proyectos que andaban en forma de intenciones de repente dieron un paso hacia la concreción, de la manera màs natural, desde la necesidad, más que desde la obligación. 

Trabajo y tiempo libre cada vez estaban más integrados. Todo empezaba a formar parte de lo mismo.

 La vida era presente, necesidad, placer. Contactaba con todos los recursos que tenía para poder resolverme, cubrirme, acompañarme. Celebraba, en la parte màs íntima y secreta, y con una inmensa satisfacción, que todo esto que podía hacer, era porque lo había madurado, surgía de mi vida, de mi ser y podía percibir mi entidad, mi identidad. Ahora, con la luz, también la podia reconocer. Había desmontado lo creìdo y vivía aquella identidad sentida.


La luz nos alimenta desde fuera. Es estable, siempre esta ahí. Nos conecta con las partes mas sutiles. Nos acompaña a soltar, desde el placer. Nos llena. Es una experiencia del no hacer.


 Tiene el poder de conectar la retina con el cerebro, de traspasar los pensamientos, ir más allà de las creencias. Da la mano a las defensas, las tranquiliza, las afloja y en ese momento nuestras emociones se reciclan. Nuestra visión del mundo cambia.


Salimos de lo conocido por seguro, y nos adentramos en el soltar, sentimos que con el calor y la luz es posible. Nos conduce a respirar y sentirnos, a estar presentes. 


La luz es incondicional, siempre esta ahí. Y la podemos disfrutar de maneras diferentes. Cuando es una fuente de nutrición, porque la tomo cada día con conciencia, siento en mi cuerpo su ritmo y su impacto.


De día mis ritmos son distintos que en la noche. La luz aritficial hace que nuestro ciclos estén perturbados.


En otoño la luz disminuye y nuestra energía se repliega. En invierno algo perrmanece en descasnso. Nuestra energía se va preparando lentamente hacia la explosión de la primavera, si la luz nos acompaña, nos prepara y lentamente y las horas de luz aumentan. La primavera nos conecta con la energía de vida, el líbido y en verano....nuestra energía està expansiva. Nuetro interés esta fuera, en las relaciones.


El ciclo de la luz nos determina profundamente.


 Cuando nos llenamos de luz, nos podemos retirar hacia la oscuridad, vivirla, y disfrutarla y podemos beneficiarnos de ella. Podemos descansar.


Pero este es otro capitulo


Hay que vivir la luz, para poder conectar nuestro ser con la vida.


(*nota importante: los soleados se realizan con los ojos cerrados)



Un viaje en tren








Y es que ibamos en el tren y nos encontramos a un amigo. Hablando, fuimos construyendo una conversación con muchos temas de interés común: que si el telescopio, las estrellas, júpiter, nebulosas y galaxias. En cinco minutos los ojos chispeaban de emoción al estar compartiendo palabras y conceptos que no son corrientes. 


La galaxia Andromeda, la más cercana a la tierra, a dos millones y medio de años luz. Y es que, con un telescopio casero se puede ver, pero....qué? cómo?....sí, sí, se ve, pero es tan pequeña y difusa que si antes no te has planteado temas del universo, como distancias, años luz...no impacta lo más mínimo.


La converación continuaba, y una reflexión me vino...claro! es que, ver una galaxia es una experiencia, y eso te pone en contacto con algo inmenso, eso puede representar tomar contaco con una realidad que ayude a ampliar nuestra conciencia.


 En la edad media la humanidad pensaba que la tierra era plana, por lo que, eso determinaba la experiencia cotidiana. Actualmente, tienes que hacer un esfuerzo para darte cuenta que la percibimos plana, aunque la sepamos redonda. Ahora más que percibirla la sabemos, y ni tan solo en los momentos en que la percepción evidencia este postulado, mostramos el más mínimo interés por redescubrir lo que a Galileo casi le cuesta la vida.


Porque, mirar no está de moda.


Ahora, cuando te subes a un avión, la cotidianidad del "low cost", ha hecho que pidamos los asientos del pasillo para acceder mejor al lavabo o que nos preocupemos si la azafata pasa con el carro para repartir cafés o quizás cierro lo ojos y me concentro en el ruido de los motores para empezar a planear la semana que viene o la reunión que se me avecina....pero, ¿y la curvatura de la tierra?, ¿quien la mira?. Ah! Sí, esa madre que viaja con sus tres niños y la señala con el dedo, entre las cabecitas apiladas en la pequeña ventanilla.


En esa situación en que la tecnologia nos brinda la oportunidad de observar a nuestro planeta desde 11.000 metros de altitud, no es mirado, porque como ya la sabemos..

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Cambiemos de tercio. La conversación continuó y cogió terminos cuánticos fascinantes. Las teorías actuales que describen el origen del universo, como la teoría de cuerdas, el comportamiento de las partículas entre ellas los fotones. El experimento de la doble rendija.

El experimento demuestra el doble comportamiento que tienen los fotones, tanto se pueden comportar como partícula o como onda. Pero, lo más sorprendente de este experimento es que demuestra que si hay un observador, se altera el resultado, es decir, los fotones se comportan de maneras diferentes en situaciones idénticas.

 En una misma situación los fotones pueden estar definidos por la presencia del observador.

Y en este momento, comprendí, una vez más, la magnitud del poder de la mirada que es tan grande, que muchas veces se me escapa.


La mirada es algo poderosísimo que poseemos, que vincula nuestro ser con el mundo.


Con nuestra mirada creamos el mundo en el que vivimos. En cada instante , la luz nos trae información. Lo que seleccionamos con nuestra conciencia y nuestro interés va construyendo el universo en el que vivimos. Es decir, lo que elejimos mirar determina nuestra realidad.


Por un momento me adentré en el pensamiento siguiente: yo elijo lo que me llega, pero como determina mi mirada en el mundo?

Si los fotones cambian de onda a partícula solo cuando existe la variable del observador, entonces como le afecta a la realidad que la miremos?

Todos hemos tenido la experiencia, de la importancia de ser mirados y reconocidos o aceptados. Las espectativas de las miradas que nos han rodeado han determinado nuestra identidad. Nos han hecho existir de una manera determinada.


 Mirar es una acción creativa y muy profunda. Un camino para habitar el presente, el mundo y nuestra vida.


Por un momento vislumbre un mundo en la que las personas estaban presentes en sus miradas. Mmmmm...que diferente.....


La conversación discurría por las vías del tren, el movimiento aparente en las ventanillas, hacía que nuestra periferia se moviera y acompañaba suavemente nuestras conciencias. Comprobamos que el tiempo había pasado, muy rápido. Ya estabamos llegando. 

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